La vida está hecha de un montón de curvas y rectas. A veces, en las más cerradas crees que vas a caer, y en otras más fáciles te confías… y racheas sin remedio. Otras veces, en plena recta, cuando más tranquila vas, un bache te pilla desprevenida y la moto te revuelca, destrozándote hasta el último hueso.
En ocasiones hay tanta pendiente que crees que no vas a poder superarla, que en esa curva tan cerrada y cuesta arriba la moto se va a volcar. O bajando, no hay manera de retenerla, y la vida te adelanta. Pasarás miedo, te llevarás más de un susto que te mantendrá alerta, pero también saborearás la libertad como nunca antes. Te evadirás del mundo, hablarás contigo misma y te escucharás como hacía tiempo que no lo hacías. Resolverás los problemas simplemente dejándote llevar, y volverás al hogar renovada, llena de energía y con una sonrisa de oreja a oreja.
Siempre habrá piedras, aceite, baches en el asfalto, pintura mojada… Unas veces los sortearás, y otras caerás de lleno. Pero cada caída te enseñará algo. Te dará experiencia. Y la próxima vez que los encuentres, puede que todo sea diferente. Al final del día, siempre quedará la sensación de triunfo, porque magullada o no, te has podido levantar. Y seguro, seguro… mañana volverás a empezar.
Podrás encontrarte lluvia de esa que cala hasta los huesos y no te deja ver, o ese chiribiri puñetero justo cuando ya ibas a llegar. Niebla que no te deja pasar de primera. Un sol de justicia que, junto con el calor del motor, te abrasa, te ahoga, y casi no te deja respirar. Pero también te regalará el fresquito de la mañana, ese olor a humedad y a verde que te embriaga y te hace despertar. La brisita que te da un respiro. Y una mano amiga que te va a ayudar.
Te esperan muchos paisajes, aventuras y amigos. Porque en la vida, igual que en la carretera, nunca sabes lo que viene detrás de la curva. Está en ti decidir cómo lo quieres ver: como un reto o como un obstáculo. Solo tú puedes elegir.
Y sobre todo… aprende a fluir. En la carretera… y en la vida.
